La noticia está en todos los medios, así que no me voy a poner a contarla ahora aquí: unos delincuentes han robado 1.200 millones de contraseñas. Eso es ponerse a robar y que se te vaya de las manos el tema.
El problema es gordo, evidentemente, ya que la cantidad de servicios a los que van a poder acceder estos ladrones es muy grande, y pueden cometer muchos desaguisados. Pero el principal problema que tienen es que los usuarios se han enterado del robo, y aunque no haya sido tu contraseña la que han robado, basta con que la cambies para que el botín, al menos la parte que te toca, quede completamente inutilizada.
De nuevo volvemos al tema de las contraseñas… Esto empieza a ser demasiado recurrente. Y nosotros, los usuarios, mirando al tendido sin hacer nada. ¿Cuándo fue la última vez que tú, ávido lector del blog, cambiaste tu contraseña de, por ejemplo, tu cuenta de correo? ¿Y la de la cuenta de Amazon? ¿Y la de Facebook?
Sí, es un rollo. Hay que volver a inventarse una contraseña, con lo bien que iba la fecha de nacimiento de mi primo Escolástico, que nació el día de San Fermín de 1977. Y, además, no repetirla, así que podemos echar la tarde venga a pensar en contraseñas. Nadie dijo que la informática fuera fácil. Ni segura. Pero todos estamos exprimiendo Internet y usándolo por encima de nuestras posibilidades.
Pero bueno, pensemos por un momento en los 1.200 millones de contraseñas. Entre ellas, está nuestra contraseña de, por ejemplo, la cuenta de correo de Hotmail. Perdonen, señores de Microsoft, es un ejemplo, no quiero yo insinuar (ni de lejos) que hayan robado contraseñas de Microsoft, pero es que es un ejemplo muy cómodo.
Si yo tengo esas contraseñas (en un fichero de varios gigas de tamaño, no es que sea muy fácil de manejar), debo tener muy claro que quiero usar exactamente esa cuenta de correo, buscarla y ver la contraseña. No es muy probable, a no ser que mi cuenta sea barakobama_1961@hotmail.com. Y en el peor de los casos, basta con cambiar la contraseña, insisto, que se hace en un pispás y nos quitamos de problemas.
Mi contraseña, en ese fichero, es una entre 1.200 millones. La probabilidad de que nos toque el Euromillón es de 1 entre 116.531.800. La probabilidad de que nos hagamos ricos es diez veces mayor que la de que nuestra contraseña sea seleccionada al azar.
Esta noticia del robo debe preocuparnos, pero nunca asustarnos. El miedo, para los que no cambian contraseñas. Y nuestros lectores cambian la contraseña con frecuencia… ¿o no?