Veo con preocupación que se está iniciando otra “guerra” entre los fabricantes de sistemas operativos para copar el nicho de mercado de los sistemas para coches, los “CarOS”. Resumiendo, son los sistemas operativos que van a manejar los coches que nos compremos próximamente.
Un coche hoy tiene una gran cantidad de sistemas informáticos, que controlan muchos aspectos. Y cuanto más caro es el coche, mayor es el número de sistemas. Los Bugatti o McLaren (y no los de F1) no tienen ni una sola pieza (casi) que no sea manejada por un ordenador. O por varios.
Los que no podemos permitirnos ciertas veleidades automovilísticas no tenemos coches tan informatizados. Pero que conste que no podemos porque tenemos familia y hay que llevar maletas, no por otra cosa. Si el Bugatti Veyron tuviera un maletero más grande, yo no tendría un Opel, ¡será por dinero! Los ciudadanos normales tenemos que conformarnos con una radio muy chula (de la que luego no usamos ni la mitad de sus funciones), inyección electrónica y climatizador informatizados, bajo el control de una centralita que maneja un par de cosas más, y gracias.
Los nuevos sistemas para coches prometen interfaces muy chulas, pensadas para el conductor, con accesos rápidos a las funciones más habituales (es decir, lo mismo de siempre: calefacción, aire acondicionado, GPS, la radio y poco más) y luego infinidad de gadgets para divertirnos y hacer los viajes un poco más entretenidos.
Vamos, que lo mismo que tenemos en el móvil pero con un par de apps incorporadas para coches. Y ese es el peligro: es lo mismo.
El negocio en este sector viene, de nuevo, con las aplicaciones que descarguemos. Spotify ya ha levantado la mano, y poco tardarán en aparecer los demás fabricantes ofreciendo complementos específicos para coches.
No tengo por qué poner en duda la idoneidad de estas aplicaciones para coches, en el fondo la diferencia entre la radio a pilas que tenía mi padre en el 600 y escuchar música en formato 5.1 es la calidad. Pero de entrada, me horroriza tener un sistema operativo conectado todo el día a Internet (porque los operadores de telefonía también apoyarán esta tendencia, por supuesto) sin unas medidas básicas de seguridad.
Muchos usuarios hacen exactamente lo mismo con sus equipos de sobremesa o con los móviles, pero la diferencia es sutil. Ante un problema de seguridad, lo peor que puede pasar es que te roben toda la información del ordenador o móvil, o incluso que te dejen sin un céntimo la cuenta corriente. Problemas bastante nimios comparados con que el coche deje de responder adecuadamente a 100 km/h.
Ese es mi miedo. Un cibercriminal puede chantajear con el “virus de la policía”, o con ransomware. Incluso puede sacar beneficio de los usuarios más incautos, pero ¿qué no haríamos con tal de que el coche se comporte adecuadamente bajando un puerto de montaña?
Sé positivamente que ante cualquier nuevo movimiento en este sector, mis compañeros de Bratislava encargados de desarrollo de nuevos productos ya están planteándose la cuestión y aportando soluciones. Pero la preocupación sigue ahí. Estamos en el año 2014, y no todo el mundo tiene sistemas de seguridad en sus dispositivos móviles, cuando llevamos años hablando de su necesidad. ¿Tardaremos tanto tiempo en concienciarnos de la seguridad de nuestro “CarOS”? Espero que no, y mucho menos los lectores de este blog, que ya están perfectamente protegidos… ¿O no?