Llevo un par de días viendo en distintos muros una curiosa cadena de mensajes que tiene como destinatario el Gobierno de Estados Unidos. En este caso no se trata de que si no la compartes tendrás 10.000 años de mala suerte, o no encontrarás novia…, sino de un movimiento de los usuarios de Facebook para preservar su intimidad.
Como medida de protesta está bien, aunque lamento afirmar que realmente no tiene una gran utilidad. Tal y como ya hemos comentado en este blog varias veces, cuando nos damos de alta en Facebook estamos aceptando un acuerdo de licencia donde, específicamente, se regula el derecho a la privacidad de los usuarios. Derecho que, por otra parte, ha sido criticado numerosas veces y denunciado en otras tantas.
Pero además de los preceptos legales que dicta Facebook, hay una cosa que tenemos que asumir, saber y tener muy en cuenta: el Gobierno de Estados Unidos monitoriza la Red… Así que lo que durante muchos años ha sido casi una leyenda urbana, un rumor, un mito o una sospecha, ahora no lo es.
Lo sabíamos hace algunos años (basta con recordar proyectos como Echelon o Carnivore, entre otros), pero ha sido en 2012 cuando ha habido una confirmación más oficial. Primero, saltaron las voces de alarma cuando en enero fueron detenidos dos turistas británicos que viajaban a Norteamérica. Leigh Van Bryan y Emily Bunting, dos británicos de 26 y 24 años de edad, respectivamente, iban a empezar las vacaciones de su vida. Tres semanas recorriendo Estados Unidos y de fiesta en fiesta. Como cualquier otro chaval de su generación, los días antes de irse intercambiaron una serie de mensajes en Twitter sobre lo emocionados que estaban. En uno de ellos escribieron literalmente que iban a «destruir América». Cuando aterrizaron en Estados Unidos, fueron detenidos, encarcelados y deportados.
Y sí, el Departamento de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, la CIA, el FBI y otros tantos entes –algunos conocidos por todos nosotros y muchos más que desconocemos- vigilan con lupa desde redes sociales como Facebook, MySpace o Twitter, hasta foros o secciones de comentarios de los usuarios de diferentes medios de comunicación. Además, han elaborado una lista de 400 términos que, si los utilizas en cualquiera de los sitios monitorizados, automáticamente salta una alerta que da vía libre para la investigación. Lógicamente, estos 400 términos tienen que ver, sobre todo, con ataques terroristas, y puedes consultar la lista aquí.
¿Qué? ¿Te parece de película? Pues sigue leyendo…
Total Information Awareness: el centro de espionaje de Internet
El pasado mes de marzo, la conocida revista norteamericana Wired publicó un artículo donde desvelaba la creación de un gran centro de espionaje de Internet construido en el desierto de Utah y gestionado por la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos). Se trata de la prolongación en el tiempo, y consolidación en hechos reales, de un ambicioso proyecto de la administración Bush de 2003, que en su momento no pudo ejecutarse por ser objeto de polémica. Según esta iniciativa, el Gobierno norteamericano quería obtener todo tipo de información privada que se publicase en la Red, ya fueran comentarios en foros, textos privados de correos electrónicos e incluso transacciones bancarias. Al fin y al cabo, todo se puede monitorizar en la Red.
Según el periodista James Bamford, autor del reportaje, este centro estaría formado por una compleja red de superordenadores que irían recopilando los millones de terabytes de información provenientes de Internet. Todas las comunicaciones electrónicas del planeta serían almacenadas y procesadas en este sitio, convirtiéndolo en la mayor máquina de espionaje de la historia. Todo para localizar e identificar posibles amenazas contra la seguridad de Estados Unidos, pero que también supone la pérdida total de privacidad en la Red (y fuera de ella). La forma de recogida de información se haría a través de satélites que controlarían todo el planeta. Y cuando la tuviera, este súper centro tecnológico podría ser capaz de descifrar cualquier tipo de comunicación, olisquear en las cuentas de correos electrónicos que quisiera e incluso grabar conversaciones telefónicas de cualquier parte del planeta.
Y todo ello, arropado legalmente por una serie de medidas que han sido aprobadas en el último año por el Congreso de los Estados Unidos: la clave estaría en una autorización del Pentágono (Departamento de Defensa) para «investigar en sistemas de procesamiento y análisis de datos y herramientas para proteger a Estados Unidos del terrorismo», que serviría para saltarse a la torera el derecho a la privacidad de los ciudadanos estadounidenses (y de todo el planeta, incluyendo el de los usuarios de Facebook).
Por supuesto, la NSA lo ha negado: el general Keith Alexander salió al paso de estas afirmaciones contestando a una serie de preguntas realizadas por congresistas norteamericanos sobre el asunto, y negó que la NSA tuviera la potestad de espiar a ciudadanos norteamericanos sin una orden judicial. Aun así, se permitió jugar con las palabras un poco en su intervención, negando que su agencia ‘interceptase’ información proveniente de comunicaciones privadas, pero reconociendo que se dedicaban a ‘procesar’ datos.
Qué datos procesan, de dónde los obtienen, qué hacen con ellos y cómo reaccionan ante contenidos preocupantes (que hay muchos en Internet) son preguntas que, de momento, no tienen respuesta…, al menos oficial, aunque todos tengamos en nuestra cabeza el concepto y la idea bien clara.
Sigan jugando, aún va más: ¡a la caza de tendencias!
Pero hay todavía más… Vamos a proponerte un juego mental. Por un momento, imagina que un montón de gente a través de las redes sociales comienza a hablar de la gripe (ya estamos en época…). Cualquiera que observara atentamente los comentarios y los correlacionara podría llegar a la conclusión de que si un tanto por ciento determinado de la población virtual de una red (pongamos por ejemplo Twitter) comienza a hablar de síntomas gripales, probablemente podríamos estar asistiendo a los prolegómenos de una epidemia. Y si este hecho se comunicara a las autoridades pertinentes, probablemente se podrían poner medios de contención o de prevención, o medidas de abastecimiento de vacunas suficientes sabiendo de antemano cuánta gente podría resultar afectada.
Ya se está haciendo. No es una ficción ni un sueño, sino una realidad. Los coolhunters son aquellas personas que se dedican a este tipo de caza de tendencias en la Red. Es un término muy utilizado en moda que poco a poco va abriendo su cerco de acción. Es una figura profesional muy valorada en Estados Unidos, y de la que casi nada sabemos todavía en otros países. Este ejemplo, que también lo pone Google (que también monitoriza todo, te recuerdo), tiene una lógica aplastante por sí mismo, y casi no tiene cabida a la discusión. Es estadística pura.
Ahora vamos un paso más allá. Imagínate la misma situación pero los días previos del 11-S. Imagina que hubiera un montón de gente por las redes sociales hablando de atentados, iniciativas islamistas, catástrofes internacionales, etc… ¿Podríamos decir que correlacionando toda esta información un coolhunter podría llegar a la conclusión de que iba a haber un gran atentado terrorista?
Segundo ejemplo… Imagina también que justo antes del terremoto y del maremoto de Japón, se produjera la misma situación: un montón de gente hablando por la Red sobre catástrofes naturales. ¿Podríamos llegar a predecir que se iba a producir un acontecimiento tan catastrófico como el de Japón? Y si hubiéramos acertado…, ¿se podrían haber puesto medidas para paliar los daños y salvar vidas?
Probablemente ahora estás contestando mentalmente a todas estas preguntas con un no rotundo, porque decir sí significaría que tenemos en nuestra mano la llave de lo que puede llegar a suceder en el mundo en los próximos años. O lo que es lo mismo: que si todos nos pusiéramos de acuerdo en que algo pasara, incluso aunque fuera algo que está totalmente fuera del ámbito de actuación de los seres humanos (un terremoto, por ejemplo), pasaría.
Pero siento llevarte la contraria, porque al igual que el Gobierno de Estados Unidos busca cosas específicas, también analiza las tendencias, en un intento de predecir qué va a pasar en los próximos meses.
Lo que se están llevando a cabo ahora son estudios inversos: partiendo del suceso de Japón, analizar las conversaciones de millones de usuarios en diferentes plataformas los días anteriores al hecho. Y sí, lo que se ha encontrado es que, por alguna extraña razón, muchos de nosotros hablábamos de catástrofes naturales horas antes del terrible suceso. Si fuéramos capaces de encontrar los patrones y las reglas que rigen este maravilloso mundo de las tendencias, podríamos invertir el orden, y comenzar a analizar, de forma correlacionada, toda la información de lo que sucede día a día en las redes para saber qué puede hipotéticamente suceder en los próximos meses o años y poner medidas de antemano.
Suena a ciencia-ficción, ¿verdad? Pues no lo es… o está dejando de serlo.
Y es que no todo es blanco ni negro. Siempre hay una gran escala de grises en medio de ambos extremos. Y aunque soy una fiel defensora del derecho a la privacidad de los usuarios en Internet, también he de confesar que todos estos últimos movimientos me tienen fascinada y que creo en este tipo de investigaciones y de estudios.
Lo que no hago más que preguntarme últimamente es si realmente el próximo 21 de diciembre será el fin del mundo: no por la predicción Maya, sino porque muchos de nosotros llevamos hablando de este tema desde hace muchos meses. Espero, sinceramente, que no. 😉