Con el CES aun coleando a pesar de haber sido un evento celebrado a medio gas como consecuencia de la variante Omicron, toca hacer un repaso a ciertos dispositivos conectados con motor y ruedas que han ido cobrando protagonismo en los últimos años, y no precisamente por sus prestaciones mecánicas.
La privacidad de los coches conectados
Hace tan solo una década era impensable que varias empresas del sector automovilístico fueran parte esencial de una feria tecnológica como es el CES de Las Vegas. Sin embargo, en los últimos años estamos asistiendo a una revolución en el sector, con una apuesta decidida (aunque todavía cara) a buscar alternativas a los motores de combustión y la integración de la conectividad de nuestro vehículo con otros dispositivos como el smartphone y los servicios online.
Esto ha permitido a los fabricantes ofrecer un amplio abanico de posibilidades a los usuarios, posibilidades que van desde una notable ampliación de las capacidades que ofrece la parte de infoentretenimiento que prácticamente todos los coches actuales ofrecen, a la conectividad con servidores externos pertenecientes a los fabricantes y otras empresas asociadas.
Es precisamente, esta conectividad y la recopilación de datos que se hace en un coche moderno lo que más preocupa a aquellos interesados en proteger su privacidad. Y es que, si se ha estado buscando un coche nuevo recientemente, es posible que no pocos usuarios se hayan dado cuenta de que, además de la diferente motorización, nivel de acabados o asistentes a la conducción, los servicios contratados y conectados al vehículo cobran cada vez mayor importancia.
Los datos como combustible que mueve el negocio
Con una guerra feroz entre fabricantes y la necesidad de ajustar precios para arañar ventas, no es de extrañar que varias empresas hayan decidido implementar una política de recolección de datos de los conductores, además de ofrecer servicios que antes se daban como asumidos en la compra de un coche y que ahora tienen un coste adicional o incluso se pagan como servicios de suscripción.
El problema viene cuando no solamente estamos pagando por adquirir un vehículo y contratar los servicios que nos interesan, sino que también estamos pagando con información privada que es recopilada y enviada a empresas que pueden utilizarla incluso en nuestra contra.
Ya no se trata únicamente que una empresa aseguradora sepa a la velocidad que conducimos, sino que también puede llegar a saber nuestro itinerario o si hemos parado en algún sitio en concreto. Y si resulta que ese sitio donde hemos parado durante un rato es un bar, no hace falta ser muy listo para deducir que probablemente veamos incrementada nuestra cota anual del seguro de automóvil.
Esto lo saben muy bien los fabricantes de automóviles, que no dudan de camuflar todas estas características que algunos podrían llegar incluso a considerar como espías, en paquetes de “personalización de experiencias”, paquetes por los cuales, no lo olvidemos, en muchas ocasiones estamos pagando por adquirirlos, por lo que el coste es doble (nuestro dinero y nuestra información personal).
Por otro lado, con tantos sensores, conectividad y posibilidad de conexión remota, el robo de vehículos debería verse muy limitado. Esto es verdad en aquellos ladrones menos avispados y que aun piensan que están ante un vehículo clásico a la hora de intentar sustraerlo. No obstante, hay otro tipo de ladrones, especializados en el robo de coches de alta gama que utiliza esta conectividad a su favor y sabe cómo bloquear los sensores que pueden delatar su posición o activar los mecanismos antirrobo del vehículo.
Conclusión
No cabe duda que estamos ante tiempos “interesantes” si estamos planteándonos la compra de un coche nuevo y, por eso debemos adaptarnos en consecuencia. Ya no basta con saber las prestaciones mecánicas del vehículo o que sistemas de confort incorpora. Ahora también debemos leer la letra pequeña para tratar de averiguar que tipo de información obtiene de nosotros y de nuestros hábitos de conducción para intentar evitar que nuestro medio de transporte habitual se convierta en un serio problema de privacidad.