La información vale nuestro peso en oro: cuanta más, mejor. Avanzamos hacia la era 3.0 en la que los algoritmos son capaces de a) conocernos y aprender de nosotros, y b) ofrecernos lo que realmente nos interesa. Creo que esto ya lo hemos recalcado numerosas veces. Aun así, todavía hay personas que cuando hablas con ellas se siguen sorprendiendo preguntándote mirando al vacío: ¿para qué quiere Facebook mi información, si yo no tengo nada interesante que contar?
Pues bien, Facebook (y Google y muchas otras grandes compañías, no nos equivoquemos) van desvelando poco a poco sus planes a futuro. Quizá no a corto plazo, pero sí a medio y largo plazo. Ya sabemos, aquello del micromarketing.
Si no lo sabes, te lo explico: en las estrategias de publicidad tradicional, una cadena de restauración rápida podía gastarse parte de su presupuesto de marketing en colocar una gran valla publicitaria en una gran carretera de circunvalación de una ciudad. Seguro que habrás visto cientos, miles. Pues bien, con ese tipo de publicidad llegan hasta todo tipo de público: a los que les gusta ese tipo de restauración rápida y a los que no, a los que tienen intención de ir en breve y a los que no irían en su vida.
Hasta aquí, creo que estamos de acuerdo: no sabemos a quién llegamos y, como dice el refranero español, “matamos moscas a cañonazos”.
Ahora imaginemos que en nuestro perfil de Facebook mantenemos una conversación pública o privada (a estos efectos me da igual) con un amigo, en el que le decimos: “¿Sabes qué? Esta tarde me apetece comerme una hamburguesa. ¿Quedamos?”. Y a continuación, te empiezan a aparecer anuncios de esa cadena de comida rápida que tiene una superoferta y que, además, te ofrece un cupón adicional de descuento no de cualquier establecimiento, no…, sino del establecimiento que tienes a dos calles de tu casa.
¿Ves la diferencia? Esto sería como matar mosquitos con balines milimétricos de precisión. ¿Para qué me voy a gastar un dineral en anuncios que vea todo el mundo desperdiciando munición si puedo ir a tiro hecho a aquellos que ya tienen una intención de convertirse en consumidores de mi producto? Creo que la respuesta está clara…
Pero no es oro todo lo que reluce…
Leyendo hasta aquí, uno tiende a pensar que le están espiando y que hay un señor de Facebook que está mirando continuamente la información que publicas… Como que nos entra un “no sé qué, qué se yo” que nos deja con la sensación de estar siendo vigilados por un equipo de espías. Pero en realidad es un algoritmo, algo automático que recopila toda la información, la correlaciona y toma decisiones sobre qué mostrar a unos y a otros. Lo que, si me apuras, hasta da más miedo.
Pero de lo que no somos demasiado conscientes es de que también estamos dando muchísima información a Facebook, en este caso de lo que hacemos fuera de la red social. ¿Cómo? Fácil: ¿has visto que cuando vas a registrarte en alguna web externa a Facebook tienes la opción de hacerlo con “Login con Facebook”? Es comodísimo: ¿para qué vamos a rellenar una y mil veces formularios con nuestros datos personales si ya lo hicimos antes en la red social? Pues hago login con Facebook y en un solo segundo ya estoy consumiendo el contenido que quiero, comprando lo que deseo o descargándome el fichero que necesito.
¿Te has planteado qué pasa por detrás cuando haces login con Facebook? Pues para empezar, para que una web pueda implementar esa funcionalidad, Facebook demanda una gran cantidad de información que el portal tiene que pasarle a la red social sobre lo que haces una vez has hecho login.
Tanto es así, que en Estados Unidos hay varias cadenas de consumo que están protestando por la gran cantidad de información que proporcionan a Facebook de los hábitos e intereses de los consumidores en su site. Sobre todo porque la utilizan, en muchas ocasiones, para posteriormente mostrarles anuncios a los mismos usuarios de otros competidores que están haciendo publicidad contextual en Facebook.
¿No te ha pasado nunca? Te vas a una tienda online, ves un artículo que te interesa y cuando vuelves a Facebook, el artículo te está persiguiendo hasta la saciedad. Pues eso es lo que pasa cuando utilizas la funcionalidad de hacer login fuera.
Pero no queda aquí la cosa…
Hasta aquí, hemos hablado de privacidad de la información y de marketing de consumo. Bueno, nada nuevo bajo el sol: es hacia donde avanzamos, nos guste o no.
Ahora vamos a ir un paso más allá. Ya te hablamos en este blog sobre un tema que a mí particularmente me fascina: de cómo Barak Obama utilizó toda la información que le proporcionaba Facebook y Google para ganar las elecciones norteamericanas. El proyecto se llamó La Cueva, y si no lo recuerdas, léelo, te va a encantar.
Básicamente estudió grupos de personas que no tenían intención de votarle, analizó sus gustos y los “manipuló”. Dicho así suena fatal, pero es lo que hizo… Quizá esto le hizo ver la luz a Facebook y hacerle consciente de que el ser humano, lamentablemente, es muy manipulable, o quizá ya había visto la luz antes.
Tampoco es nada nuevo, el concepto de propaganda tal y como fue enunciado por Joseph Goebbels ya contemplaba la manipulación con mensajes publicitarios. Y Facebook ha seguido el ejemplo trasladando el concepto original a pleno siglo XXI: ha estado experimentando con nuestras emociones y decisiones sin comunicarlo y sin que se sepa. El cómo es muy fácil de imaginar: si nos conoce, puede fácilmente enviarnos mensajes que intenten manipular nuestra forma de ser o de pensar utilizando ganchos emocionales que sabe que les va a funcionar. Gobiernos como el británico ya están estudiando detenidamente los diferentes experimentos que ha llevado a cabo en busca de acciones ilegales, porque en el mundo de la publicidad, no todo vale.
Lo que me pregunto es… ¿qué más cosas estarán haciendo sin que seamos conscientes? ¿Qué habré consumido online, que no hubiera comprado nunca antes, como resultado de una manipulación publicitaria?
Piensa un poco en las implicaciones, que son muchas y complejas.
Buena semana, ¡tropa!