Está claro que el uso de las redes sociales ha cambiado la forma de comunicarnos con otros usuarios en Internet. Una gran variedad de redes sociales nos animan a compartir nuestras experiencias, pensamientos, fotografías, gustos, etc., con conocidos y desconocidos sin pedir, aparentemente, nada a cambio. No obstante, nuestra privacidad es algo muy valioso que debemos cuidar si no queremos arrepentirnos más adelante.
Muchos usuarios piensan que cuantas más experiencias compartan entre sus contactos (que no tienen por qué ser sus amigos), más populares serán entre el resto de usuarios de las redes sociales que frecuentan. Hoy día podemos ver auténticos casos de exhibicionismo electrónico en los que muchos usuarios cuentan sin tapujos su vida, incluyendo información personal que puede ser usada en su contra.
Pensemos por ejemplo en los campos a rellenar que nos ofrecen la mayoría de redes sociales. Nos piden nuestro nombre, apellidos, fecha de nacimiento, país, localidad de residencia, dirección, cuenta de correo electrónico e incluso algunas hasta los datos de nuestra tarjeta de crédito. Toda esta información que muchos pueden considerar trivial y sin mucha importancia es un filón inagotable de información para empresas de publicidad y otras miradas indiscretas.
Estamos cansados de oír, ahora que las vacaciones de verano empiezan a asomar, que no debemos dar pistas de que vamos a dejar nuestro lugar de residencia deshabitado por una temporada, para así evitar que los amigos de lo ajeno puedan campar a sus anchas durante ese periodo. En los últimos años es frecuente escuchar también cómo esos consejos se trasladan al mundo digital y nos piden que evitemos anunciar a los cuatro vientos que nos vamos de vacaciones en nuestro perfil y que colguemos las fotos de nuestras vacaciones mientras estemos disfrutándolas.
Parémonos a pensar un momento. Uno de los mayores placeres que tiene un usuario de una red social es anunciar a sus contactos que va a disfrutar de unas merecidas vacaciones en algún lugar recóndito e ir colgando las fotografías conforme va disfrutando de esos días. Sugerir que nadie publique esa información en su perfil va a caer irremediablemente en saco roto. Algo mucho más sencillo y efectivo es evitar proporcionar datos que puedan llegar a localizar nuestro lugar de residencia y limitarnos solo a aquellos que sean básicos para que quien quiera localizarnos y contactarnos en una red social lo pueda hacer, como podrían ser nuestro nombre y apellidos y una dirección de email que usemos para asuntos informales.
Los ladrones de casas no son el único peligro que acecha en Internet en busca de usuarios descuidados con su privacidad. También tenemos todo tipo de estafadores e individuos de peor calaña que recopilan los datos que proporcionamos alegremente para después usarlos en nuestra contra. Esto incluye desde el envío de correos dirigidos haciéndose pasar por un antiguo compañero de trabajo, universidad o instituto hasta el intento de secuestro de menores a la puerta de un colegio utilizando datos proporcionados por los padres para ganarse la confianza del menor.
Y ahora que mencionamos a los menores, es fundamental que estos aprendan buenas prácticas desde bien pequeños, puesto que una foto privada publicada y compartida entre un grupo de contactos puede acarrear graves consecuencias, pudiendo derivar en casos de ciberacoso o incluso caer en manos de ciberdepredadores que pueden usarla para extorsionar al usuario que la publicó.
Es importante destacar que los menores toman como modelo lo que hacen los adultos, y si estos no cuidan su privacidad online, mucho menos lo harán ellos. Esto, unido a la necesidad de destacar entre otros chavales de su edad, puede llevarlos a gestionar de mala forma su privacidad y acarrearles graves consecuencias de difícil solución.
Es fundamental entonces que aprendamos a gestionar nuestra privacidad igual que la mayoría hacemos en la vida real. Si no andamos por la calle repartiendo folletos con nuestros datos personales y fotografías, no lo hagamos tampoco en las redes sociales. Si aprendemos algo tan sencillo como compartir solo aquellos datos que no nos importa que se hagan públicos y que no acarrean consecuencias negativas, y solamente entre nuestros contactos de mayor confianza, aquellos amigos que conocemos en la vida real, podremos disfrutar de las redes sociales sin miedo a que alguien obtenga más información de la cuenta acerca de nuestra vida.