Cuando los buenos pueden ser los malos

Cuando se piensa en seguridad informática, generalmente se divide el mundo en una absurda dicotomía entre los “buenos” y los “malos”. Los buenos son los que se preocupan por mantener seguro mi ordenador, los que no harían nada malo por mi información ni por mis datos y, ni por asomo, se inmiscuirían en mi vida personal informáticamente hablando. Los malos, sin embargo, van a intentar robarme información, van a atacarme para fastidiarme y me van a arruinar el sistema.

¿Es siempre así? No, no siempre. Yo he conocido programas de seguridad que dentro de su código había enlaces a servidores del gobierno estadounidense. ¡Y eso que se supone que eran los buenos! Pero lo más escalofriante que he visto con respecto a los “buenos” es una curiosa aventura que le sucedió a una amiga.

Esta amiga decidió irse a Israel a pasar unas vacaciones. Es un sitio interesante, aunque yo hubiera optado por uno más tranquilo, con menos riesgo y menos problemas político-militares. Como buena turista del s. XXI, decidió llevarse su cámara de fotos ultramoderna, con píxeles suficientes para imprimir una valla publicitaria de cada foto. Y cómo no, su ordenador portátil para no perder contacto con el resto del grupo de amigos que nos quedamos en casa. El portátil le servía además para almacenar las decenas, cientos, ¡miles! de fotos que hizo en el viaje y que espero no tener que ver una a una.

Hasta aquí, todo correcto. No creo que sea muy distinto de los diversos turistas que van por todo el mundo. El problema apareció cuando llegó al aeropuerto y le hicieron revisar el equipaje. Aparte de una curiosa anécdota de mal gusto con la policía y la manera que tuvieron de revisar su ropa interior, se produjo una situación realmente asombrosa: le pidieron el ordenador portátil, pero no para el típico análisis visual o comprobación de que se pone en marcha y verificar que no es un contenedor de drogas, no, sino algo increíble.

aeropuerto

Los policías se llevaron el portátil a una sala lejos de la vista de su dueña, y allí estuvo un rato. Tras esa comprobación, se lo devolvieron y pudo continuar su viaje sin más problema que el retraso habitual en los vuelos.

Cuando nos contó la situación, nos quedamos asombrados. Ella había seguido usando el ordenador sin problemas, tan tranquila. Total, si habían sido los “buenos” los que le estaban revisando el portátil, como mucho se había imaginado a un par de depravados buscando unas fotos que no iban a encontrar (menuda es ella), lo más “gordo” serían las fotos en bikini a la orilla del Mar Muerto. Inmediatamente la convencimos para que dejara de usar ese ordenador. No se sabe qué podían haber introducido en él ni para qué.

Estamos acostumbrados a recibir noticias todos los días sobre casos de espionaje originados en los gobiernos de distintos países, y hay que recordar que uno de los servicios de inteligencia con mayor fama es el MOSAD israelí, que se encuentra a la altura de la CIA estadounidense, el MI6 o el BND alemán. ¿Está el MOSAD detrás de ese curioso examen al ordenador portátil de mi amiga?

No podemos saberlo. Ninguno de nosotros está a salvo de que nos espíen, y mucho menos si se brinda a alguien la posibilidad de introducir un programa espía en un ordenador que tarde o temprano acabaría conectado a una red extranjera que pueda proporcionar información, vital o no, pero al menos interesante en principio.

Todos somos objetivo de “los malos”, aunque estén disfrazados de corderitos mansos. El disco duro de ese portátil pasó a mejor vida, y mi amiga ha aprendido por lo menos a poner contraseñas adecuadas en los inicios de sesión de su sistema, y, para rematar, también en la BIOS del ordenador para seguridad del prearranque. Y nunca, nunca dejará el ordenador en manos de alguien que lo hace desaparecer de su vista. Como hacemos todos…, ¿o no?

Fernando de la Cuadra

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