Cuando me propuse hacer esta entrada en el blog, estaba convencido de que podría ser divertida. Pero según le he dado vueltas, me he dado cuenta de que no, al contrario. Iba a ser triste. Quizá demasiado.
No es que me haya visto envuelto en la tristeza del fin del carnaval ni esté deprimido por la llegada de Doña Cuaresma, no. Es por la dicotomía entre una llamada que tuve desde la dirección de un colegio y la charla que di sobre seguridad y menores en una asociación de barrio.
Hace unos días me llamó el jefe de estudios de un colegio. El colegio de encuentra en una buena zona, muy buena zona diría. Es, básicamente, un colegio “de clase alta”. Se estaban produciendo casos de acoso a los alumnos a través de redes sociales, y la dirección del centro estaba muy preocupada. No sabían qué hacer, y recurrieron a nosotros para que impartiéramos unos seminarios sobre seguridad a los chavales.
Hasta aquí no hay mucha diferencia entre las actividades que llevamos a cabo con los menores mi maestro y compañero Josep Albors y yo. Pero en este caso habían citado incluso a la policía municipal para que estuviera en las charlas. El caso era bastante más importante de lo que parecía.
Sin embargo, la otra cara de la moneda era una asociación de un barrio. Un barrio humilde, obrero, con serios problemas económicos entre sus habitantes. Mismo objetivo: evitar ciberacoso entre los menores, en este caso charlas a los padres.
Menuda diferencia. Esta última charla era preventiva. Todavía no se habían dado casos, y eso que la edad de los chicos era la misma. Y cuando empecé a contar cómo controlar privacidad en redes sociales, me sentí que perdía el tiempo: prácticamente todo lo que contaba ya lo sabían, y lo habían aplicado a sus móviles y a los de sus hijos.
Afortunadamente, hay muchos usuarios muy responsables, que se preocupan de sus hijos y se ocupan de ellos de una manera activa, no a posteriori, cuando ya la policía tiene que intervenir.
A pesar de todo, me sentí muy reconfortado con nuestra sociedad, con usuarios que manejan los dispositivos y se preocupan por ellos mucho más allá de hacer “selfies” poniendo morritos. Porque todos nos preocupamos así… ¿o no?