El uso de dispositivos conectados a Internet por parte de menores de edad no ha dejado de crecer durante los últimos años y, con él, la preocupación de padres y madres. Además, por desgracia, los responsables de estos menores no suelen ser su referente a la hora de consultar las dudas o problemas que surjan en su aprendizaje digital, lo que no hace sino agravar un problema muy serio que se debe abordar desde muchos frentes.
Plantándole cara al problema
Seguramente, muchos de los que han tenido hijos durante los últimos años no se esperaban tener que lidiar con problemas que sus padres no podían ni imaginar. Existe una gran diferencia entre criar a un hijo en la era preInternet y la actual, y eso es algo que muchos han tenido que aprender a la fuerza.
Hace poco, un conocido se acercó a mí para comentarme un problema que había tenido con su hija de 10 años y el acceso a contenidos no adecuados para su edad a través de Internet. Resulta que algún compañero de colegio instó a su hija a que buscase la palabra “porno” en Google, con el resultado que todos nos podemos imaginar.
Este conocido sorprendió a su hija visualizando un vídeo con contenido erótico en su habitación y, ante esta situación, decidió que era el momento de abordar un tema que había dejado de lado durante demasiado tiempo. Tras consultarme, decidimos que lo mejor era hablar con la menor sobre este asunto en lugar de tratar de ocultarlo y prohibirle el uso de dispositivos que permitan acceder a Internet para visualizar todo tipo de contenidos.
De esta forma, este incidente que habría sido contemplado como algo vergonzoso por otros padres y madres, se convirtió en una ocasión ideal para hablar de educación sexual, uso responsable de Internet y para posicionarse como una fuente fiable a la que preguntar las dudas y posibles problemas que vayan surgiendo.
Es importante decir que este conocido trabaja en el sector tecnológico, por lo que no es ajeno a los beneficios de un uso correcto de Internet, así como también a sus posibles peligros. Sin embargo, vivir esta situación en primera persona es muy diferente a escucharlo de otros o en una charla de concienciación sobre menores e Internet.
Los peligros de no tomar la decisión acertada
Durante la última década he realizado numerosas charlas de concienciación junto a los compañeros de X1RedMasSegura sobre el uso de Internet y los problemas derivados de un mal uso de la tecnología por parte de los menores. En lo que a los chavales respecta, he encontrado curiosidad y más conocimiento del que esperaba inicialmente, si bien su falta de experiencia vital y exceso de confianza hacían que demasiadas veces se vieran involucrados en situaciones poco agradables.
Sin embargo, por parte de los padres lo que más me he encontrado ha sido miedo, desconocimiento e incluso indiferencia ante los problemas que puede encontrarse un menor que no hace un uso responsable de Internet. A veces incluso me daba la impresión de que algunos padres renegaban de sus obligaciones en lo que respecta a la crianza de sus hijos por el simple hecho de que nadie les había preparado para este tipo de situaciones.
Para muchos de ellos la solución era sencilla: impedir el acceso a Internet de sus hijos quitándoles el dispositivo conectado correspondiente. Sin embargo, llegó la pandemia y el consiguiente confinamiento y, con él, la necesidad de estar conectados varias horas al día para poder seguir las clases online. En ese punto es cuando muchos padres se dieron cuenta de la importancia que tiene actualmente Internet y de todo lo que permite hacer en situaciones excepcionales como esa.
No debemos olvidar que la mayoría de las veces los hijos son el reflejo de los padres y que copian nuestros hábitos y acciones. Así pues, si los padres de un menor no dejan de consultar su móvil incluso cuando están comiendo o usan este dispositivo para entretener a los más pequeños de la casa para poder darles de comer tranquilamente no podemos esperar que sus hijos hagan un uso responsable cuando tienen malos ejemplos dentro de casa.
Sin embargo, algunos padres han optado por una aproximación más proactiva, mediante la instalación de programas de control parental y la monitorización de la actividad del menor en redes sociales. Esto podría parecer la solución definitiva para muchos progenitores pero también plantea dudas jurídicas. Además, en caso de no realizarse correctamente puede ser peor el remedio que la enfermedad.
No olvidemos que las aplicaciones de control parental proporcionan información muy útil sobre los hábitos de uso del menor, ya que permiten ver qué webs visita, qué aplicaciones usa más a menudo e incluso, en ocasiones, ver con quién conversa. Sin embargo, esto debe hacerse cumpliendo la legalidad vigente que establece que, para mayores de 14 años, se debe contar con el consentimiento del menor si no queremos enfrentarnos a posibles consecuencias penales.
Por ese motivo, las aplicaciones de control parental se deben usar adecuadamente, informando siempre al menor de su uso y aprovechando la información que proporcionan para entablar conversaciones que ayuden al menor a su desarrollo y respondan sus inquietudes, de la misma forma que el compañero mencionado al principio de este artículo aprovechó la situación provocada por la visualización de contenido pornográfico para iniciar una conversación sobre el tema y ganarse la confianza de su hija.
Conclusión
Soy plenamente consciente de que cada situación es única y no se puede generalizar cuando hablamos de algo tan serio como es la educación de nuestros hijos. Sin embargo, no debemos olvidar que ahora los menores cuentan con muchas formas de informarse y tratar de resolver sus problemas consultando en todo tipo de foros o redes sociales. Por ese motivo, es importante que traslademos a los menores que pueden contar con nosotros para plantearnos las dudas que les vayan surgiendo durante la época de aprendizaje más importante de sus vidas y, de esta forma, aprender juntos usando la tecnología de forma responsable y segura.