Llevamos una semana espectacular en el tema de la tecnología. El MWC nos haría rememorar la famosa frase del diálogo entre Don Hilarión y Don Sebastián de “La verbena de la Paloma”, en la que afirmaban, no sin razón, que “hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”.
Pocos nos habremos quedado indiferentes ante los nuevos dispositivos que se han presentado (bueno, dispositivos… algunos eran coches enteros). Todos son espectaculares, y unos por su sencillez y otros por su complejidad, gustan a todos. Luego ya preguntamos por el precio (si es que lo tienen) y eso ya le quita un par de enteros.
Pero como buena feria de dispositivos móviles, hay un elemento que me preocupa sobremanera. Sea para encender las luces de casa, dar un paseo por un escenario virtual o para enchufar la olla para que las lentejas estén calientes al llegar a casa, todo depende de unos sistemas que francamente, parten de una tecnología obsoleta. Y en muchos casos, poco segura.
Los dispositivos móviles hoy en día se basan en una conectividad a internet asombrosa, y en el fondo es una conexión TCP/IP, un protocolo de comunicación que cuando se creó, en lo último que se pensaba era en la seguridad. Internet era una red experimental, y los usuarios se contaban con los dedos de una mano. Así que la necesidad tecnológica superaba con creces la necesidad de seguridad.
Es como si ahora se descubre que el traje de Superman puede producir graves problemas dermatológicos. Bueno, solo hay uno y solo lo usa una persona (que encima es de ficción), así que no veo un grave problema de salud pública.
Esa conectividad se produce a través varios sistemas, uno de ellos la telefonía móvil. Básicamente, el estándar GSM, que se anunció como una auténtica panacea de la seguridad de las comunicaciones, al tener sistemas de cifrado de datos. Eso estaba bien (más o menos) cuando las redes GSM empezaron a implantarse (en España, en maro de 1995), y aunque con grandes avances en distintas generaciones de telefonía hasta llegar a la quinta que en breve estará en nuestros bolsillos, sigue teniendo ciertas limitaciones en cuanto a seguridad.
Otro sistema de conectividad es el Bluetooth. Este “diente azul” va a cumplir 20 años, y aunque de nuevo ha evolucionado espectacularmente, sigue habiendo una compatibilidad hacia atrás que puede permitir (y permite) intrusiones en la comunicación.
Y para qué hablar de la conectividad WiFi. El sistema es más moderno, del año 2000, pero por mucho que ha mejorado tanto técnicamente como a nivel de seguridad, los usuarios siguen conectando sus dispositivos a redes abiertas, lo que echa por tierra todos los sistemas de seguridad que puedan implementarse.
Afortunadamente, como decíamos al principio, hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad, y aunque la comunicación parta de unos principios inseguros, se ha mejorado mucho, muchísimo. No quiero dejar una sensación de derrotismo, porque la seguridad es una pieza muy importante de la construcción de cualquier dispositivo hoy en día. Y más aún, podemos mejorar la seguridad de nuestros dispositivos con soluciones de seguridad creadas específicamente para móviles, lo que podría completar el círculo.
Pero siempre me queda la intranquilidad de pensar que al final, el que va a usar la tecnología es una persona. Una persona con sus debilidades y con sus errores, que puede producir un grave fallo en la seguridad. Y puede que por un mal uso de las tecnologías se nos quemen las lentejas, pero estamos hablando ya de coches autónomos o de sistemas de medicación automáticos, y allí nos estamos jugando la vida.
Por muy divertida o espectacular que sea la nueva tecnología, nunca deberemos dejar de pensar en la seguridad de lo que hacemos, y si no sabemos, deberemos dejarnos asesorar por expertos. A propósito, en el MWC estamos en el pabellón 5, stand B05. Interesante… ¿o no?
Fernando de la Cuadra