La acumulación de herramientas digitales, en el punto de mira de la ciberseguridad empresarial


Las empresas destinan cada vez más recursos a soluciones de ciberseguridad, pero esta inversión no siempre se traduce en una mayor protección. La digitalización avanza más rápido que la capacidad humana para gestionarla, y la proliferación de tecnologías, herramientas y servicios de seguridad está generando una “sobrecarga tecnológica” que, lejos de reforzar las defensas, añade complejidad operativa, dificulta la coordinación entre sistemas y puede reducir la capacidad real de prevención y respuesta ante incidentes.

El State of Pentesting Report 2025 señala que un 67 % de las organizaciones sufrió al menos una brecha de seguridad en los últimos 24 meses, incluso disponiendo de múltiples soluciones de protección – una media de 75 herramientas de seguridad. El mismo informe confirma que el 45 % de las empresas ha incrementado su número de herramientas de ciberseguridad durante el último año, y que el 59 % reconoce que su proveedor de ciberseguridad les ha exigido incorporar nuevas soluciones de defensa. A ello se suma la tendencia recogida en el Cisco Cybersecurity Readiness Index 2024, donde ocho de cada diez compañías admiten que la multiplicación de herramientas se ha convertido en un obstáculo para su seguridad diaria.

 

La complejidad como nuevo vector de riesgo

La expansión del teletrabajo, los modelos híbridos, los dispositivos personales (BYOD) y la introducción acelerada de nuevas soluciones impulsadas por inteligencia artificial han ampliado la superficie de ataque de forma significativa. Sin una estrategia ordenada, esta proliferación de tecnologías puede derivar en una pérdida de visibilidad, duplicidades, configuraciones inconsistentes o fallos de interoperabilidad.

El desafío no es solo tecnológico, sino organizativo. No se trata de tener más herramientas, sino de disponer de las adecuadas y gestionarlas de forma coordinada. La sobrecarga tecnológica provoca ceguera operativa, ralentiza la respuesta y aumenta el riesgo de que un error humano desencadene una brecha”, explica Josep Albors, director de Investigación y Concienciación de ESET España. “Cuando un departamento de ciberseguridad dedica más tiempo a mantener herramientas que a prevenir ataques, el sistema se vuelve frágil por definición”, añade.

La falta de perfiles especializados agrava la situación. Estudios de Deloitte y Forrester sobre el agotamiento del talento en ciberseguridad muestran un aumento del burnout digital, impulsado por la presión operativa, el volumen de alertas y la dificultad para gestionar entornos cada vez más fragmentados.

 

Impacto en la protección y en la continuidad del negocio

Diversos análisis coinciden en que la saturación de soluciones no solo complica la prevención, sino que ralentiza la identificación y contención de incidentes, especialmente cuando las herramientas no se integran o generan información inconexa. Los equipos de seguridad reconocen dificultades para:

·         Priorizar vulnerabilidades críticas

·         Mantener configuraciones coherentes entre herramientas

·         Detectar anomalías con rapidez

·         Responder de forma coordinada ante un incidente real

Esta pérdida de eficacia operativa puede traducirse en brechas más costosas, fallos en la continuidad del negocio y un incremento del riesgo reputacional.

 

Cómo reducir la sobrecarga tecnológica: claves de ESET

Desde EET recomendamos una serie de medidas para racionalizar el ecosistema tecnológico y mejorar la resiliencia organizativa:

  1. Consolidar herramientas: eliminar duplicidades y apoyar plataformas que integren funciones de prevención, detección y respuesta.
  2. Evaluar la necesidad real antes de adoptar una nueva solución, priorizando las que aporten visibilidad unificada.
  3. Fortalecer la arquitectura base (segmentación, control de accesos, MFA, PAM).
  4. Formar a los equipos para reducir el impacto del error humano y mejorar la coordinación.
  5. Implementar automatización y orquestación para agilizar la detección y respuesta.

Al final, la clave no está en sumar soluciones, sino en gestionarlas de forma inteligente. Reducir la complejidad y mejorar la visibilidad es esencial para mantener la seguridad y evitar que la tecnología, paradójicamente, se convierta en una vulnerabilidad más”, concluye Albors.

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