La transición hacia la energía limpia avanza a gran velocidad en todo el mundo. Startups solares, desarrolladores eólicos comunitarios y empresas que digitalizan la red eléctrica están transformando el sector energético con innovación y agilidad. Sin embargo, desde ESET, compañía líder en ciberseguridad, alertamos de que ese ritmo acelerado está dejando al descubierto vulnerabilidades que los ciberdelincuentes pueden explotar.
“Un único ciberataque contra un desarrollador o proveedor de servicios puede frenar la financiación de proyectos, retrasar instalaciones y minar la confianza en todo el ecosistema”, señala Josep Albors, director de investigación y concienciación de ESET España.
Durante años, la atención en materia de ciberseguridad dentro del sector se ha centrado en las grandes compañías eléctricas y en los riesgos sobre los sistemas de control industrial (OT). Sin embargo, el verdadero punto débil podría encontrarse en las empresas más pequeñas que ofrecen servicios esenciales, como desarrolladores, integradores tecnológicos, proveedores de mantenimiento o startups dedicadas a la digitalización del suministro.
Estas compañías dependen casi por completo de sus sistemas informáticos: correo electrónico, plataformas en la nube o bases de datos de clientes. Cualquier brecha en esos entornos puede abrir la puerta a ataques que afecten a toda la cadena de suministro.
El apagón ocurrido en España en abril de 2025 fue un recordatorio de esta realidad. Aunque el incidente se debió finalmente a fallos técnicos y no a un ciberataque, la rápida propagación de rumores sobre un supuesto ataque extranjero evidenció la vulnerabilidad del sector y la desconfianza que puede generar la falta de seguridad digital. Las auditorías posteriores a pequeños generadores renovables revelaron deficiencias importantes en sus medidas de protección, lo que ha llevado a las autoridades a reforzar los controles en la infraestructura energética.
Innovación sin ciberdefensa: una combinación peligrosa
Las empresas del sector renovable basan su éxito en la rapidez y la innovación. Sin embargo, esa misma urgencia por crecer puede llevarlas a descuidar la seguridad informática. “Muchas no cuentan con la experiencia interna necesaria ni aplican un enfoque secure-by-design, lo que las deja expuestas a ataques de ransomware, robos de credenciales o filtraciones de datos”, advierte Albors.
El ataque de ransomware al oleoducto Colonial Pipeline en 2021 evidenció como un problema informático en un sistema de facturación, una herramienta habitual en el día a día de cualquier organización, puede paralizar un servicio crítico.
Desde ESET insistimos en que la ciberseguridad no debe ser un privilegio exclusivo de las grandes compañías eléctricas. Las soluciones actuales permiten a las pymes adoptar medidas eficaces, asequibles y adaptadas a su tamaño. La clave está en adoptar una mentalidad de prevención activa, que incluya prácticas como:
· Gestión eficaz de parches y actualizaciones para cerrar vulnerabilidades críticas.
· Aplicación de políticas de acceso basadas en el principio de zero trust, limitando los privilegios al mínimo necesario.
· Uso de autenticación multifactor en todos los sistemas.
· Instalación de software de seguridad confiable en cada dispositivo y servicio conectado.
· Copia de seguridad y restauración periódica de los datos más sensibles.
· Plan de respuesta ante incidentes probado con todos los equipos implicados.
· Monitorización continua de redes y endpoints para detectar signos tempranos de intrusión.
· Formación constante del personal y simulaciones de ataques de ingeniería social.
Además, los servicios de Managed Detection and Response (MDR) ofrecen vigilancia permanente y respuesta rápida por parte de analistas especializados, una solución ideal para empresas sin equipos de ciberseguridad propios.
“La protección digital no es un freno a la innovación, sino su habilitador. Refuerza la confianza de inversores, ayuda a cumplir con normativas como la Directiva NIS2 de la UE y garantiza la agilidad de las start-ups del sector energético”, concluye Albors.
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