Todo aquel que haya navegado alguna vez por Internet (no sé si queda alguien que no lo haya hecho) habrá sentido el maravilloso influjo de las cookies. Ay, las cookies… Tan majas y deliciosas cuando son de chocolate y tan tenebrosas cuando nos las ofrece el navegador.
Sobre las cookies se ha hablado demasiado, y en muchos casos, sin demasiado conocimiento. Para algunos son algo así como el demonio personificado, para otros son una bendición apostólica. A ver, centrémonos…
Como las cookies son un asunto ya antiguo, deberemos tener perspectiva. Y para ello nada mejor que nuestro abuelito de los virus, que siempre nos ayuda en estas ocasiones. Así que le hemos llamado a la residencia, y nos hemos acercado a hablar con él. Tras esperar a que se despertara de la siesta, hemos podido, más o menos, establecer una conversación con él.
– ¡Hola, abuelito de los virus!
– Hola, majete, cuánto tiempo. ¿Qué tal el verano? ¿Has ido a muchos guateques?
– Bueno, a alguno he ido, pero guateque… sí, vale, llamémoslo así.
– ¿Has bailado con alguna moza?
– ¿Bailar? Ehhhh… no, ese paso me lo salté. Directamente fuimos a… déjelo, abuelito, déjelo.
– Entonces, ¿a qué vienes, majete?
– Es que por lo visto ha habido un problema muy serio con la contratación de un trabajador por parte de una empresa. Llevaban todo el verano dándole vueltas por si le contrataban a cambio de un Costarricense que ya estaba en la empresa, y al final no ha podido ser, parece que por problemas de unos temas del servidor de contratación…
– ¿Y van a echar al de Costa Rica? Con lo majos que son ¡y la buena gente que es la que viene a trabajar aquí! Conozco a un portugués de las Azores muy guapo y a un argentino de Rosario bajito que no veas lo bien que le vienen a la empresa.
– No, no es del todo así, es que… déjelo, el problema es otro. Resulta que iban a contratarle, pero tenían hasta las doce de la noche exactamente. Y parece que había tantos documentos que subir que se les pasó el tiempo y cuando fueron a darle al “OK” ya estaba el plazo expirado. ¿No crees que es un poco excesivo?
– Ay, majete, qué problemón. Eso es un problema muy grande, y ya lo intentaron arreglar hace tiempo. Recuero, poco después de jubilarme, que se inventaron las “cookies”. Las emplearon para dejar en los ordenadores de los internautas algo de información, así no había que estar pidiéndosela casa dos por tres.
– Huy, qué bonito… ¿y en qué hubiera podido ayudar esa cookie a la empresa de la que hablo?
– Pues es algo tan sencillo como dejar una cookie a una hora determinada en el ordenador. Así, cuando completas la sesión, se puede comprobar a qué hora la has iniciado, y saber si estabas en plazo.
– Es decir, que aunque estuvieras fuera de plazo, si la cookie era de antes, ¿podría ser válido el proceso?
– Claro, majete. El otro día fui a comprar un poquito de jamón de york y unas peras para cenar, y se me hizo tarde. El supermrecado cerraba a las 21:00, pero como ya estaba dentro, me dejaron terminar la compra. Hubiera estado muy feo que me echaran, ¿no? Y menos cuando se llevan un dinerete por mi compra…
– Es decir, que si la empresa fuera capaz de demostrar que antes de las 12 de la noche habían iniciado el proceso de contratación, ¿podrían estar en plazo?
– ¡Claro! Pero eso era antes, cuando las personas se preocupaban por las personas y eran capaces de llegar a acuerdos simplemente hablando. Pero claro, ahora nos fijamos en que si hay tres bytes de más y ya no vale. Mira, no viene al caso, porque estamos hablando de otro tema completamente distinto…. ¿Tú sabías que Alfredo Di Stéfano pudo haber jugado con el Barcelona? Pero se llegó a un acuerdo, hablando entre personas y sin tantos ordenadores por medio. Y eso es fútbol, que no tiene nada que ver con lo que hablamos…. ¿o no?
Fernando de la Cuadra
Crédito de la imagen: / Foter / CC BY-NC-ND