Según nos cuenta el New York Times, la Agencia Nacional de Seguridad americana (NSA) intercepta unas 55.000 imágenes de alta calidad por día, a las que aplica su software de reconocimiento facial, las archiva y clasifica. Este dato lo sabemos gracias a uno de los documentos filtrados por Edward Snowden, en el que además se añade, en palabras de la propia NSA, que «las imágenes de los usuarios son tanto o más importantes que lo que estos escriben en las redes sociales para hacer un correcto seguimiento online».
No olvidemos que la NSA cuenta con su propio software de reconocimiento facial, además de utilizar otro tipo de software comercial. Y tampoco olvidemos que Facebook también se ha metido de lleno en este campo, afirmando que «su tecnología está más cerca que nunca de los niveles humanos de reconocimiento facial de fotos».
Según el propio informe de la NSA, los propios usuarios estamos dándole un arsenal de contenido digital que, explotado de la manera correcta, deja una gran senda de huellas de nuestras actividades en Internet. Solo hay que compilar toda la información biográfica y biométrica (que la NSA puede hacer) para tener una idea exacta de la vida y personalidad de un individuo.
No soy muy partidaria de las teorías de la conspiración, pero muchas veces las cosas suceden por algo. ¡Qué casualidad! Facebook se introduce en el terreno del reconocimiento facial, tiene una de las redes de imágenes más populares, Instagram, y de repente se pone de moda hacerse un «selfie» y la Red se llena de primeros planos de todo tipo de personas: políticos, famosos, ciudadanos anónimos…
Si ya nos está costando que seamos conscientes de la gran cantidad de información de nosotros mismos que estamos dejado en la Red, nos tememos que vamos a tener que seguir insistiendo en el terreno de las imágenes, que quizá muchas veces no asociamos con privacidad. Los selfies son muy divertidos, pero estamos facilitando enormemente la labor a agencias estatales como la NSA (y otras de las que no conocemos los detalles) para hacer una gran base de datos mundial de usuarios a los que se les puede seguir el rastro simplemente aplicando la tecnología de reconocimiento facial.
En casos extremos, está muy bien tener estas herramientas. Imaginemos un asesino, o un terrorista… sin duda la labor de investigación de los cuerpos de seguridad será mucho más fácil si se cuenta con acceso a esta tecnología y nosotros mismos brindamos el material para seguir el rastro. Pero… ¿por qué la NSA o cualquier otro organismo tiene por qué saber si he ido a un concierto y me he hecho un selfie o lo he hecho con mi familia en un domingo en El Escorial?
Muchas veces las modas no se deben a una casualidad… Ahí lo dejamos. Que cada uno extraiga su propia conclusión.
Feliz fin de semana, trop@!