He tenido la oportunidad de probar un móvil nuevo, aunque solo fue un ratito. Para poder “juguetear” con él, saqué la tarjeta SIM de mi antiguo móvil y la puse en el nuevo. Se supondría que el antiguo móvil quedaría “inutilizado”.
Pues no. Ya hemos dicho muchas veces que un móvil no es más que un ordenador desde el que se pueden hacer llamadas. Y un ordenador como tal no necesita para nada una tarjeta SIM.
Con el teléfono sin tarjeta SIM pude hacer muchas cosas, y todas preocupantes. ¿Twitter? Perfecto. ¿WhatsApp? Sin problemas. ¿Facebook? Como si nada. ¿LinkedIn? A tope. Es decir, ninguna de estas aplicaciones depende de la tarjeta SIM para funcionar, son únicamente programas de ordenador, no “programas de teléfono”.
Desgraciadamente, el móvil que me habían dejado era solo para un rato, y el rato se acabó. Tuve que devolvérselo a su dueño (con gran dolor de mi corazón) y mi viejo móvil recuperó su tarjeta SIM. No hubo ningún cambio con la situación anterior, simplemente me pedía el PIN para poder acceder a la tarjeta y ya tenía, además de todo lo que tenía antes, la posibilidad de hacer y recibir llamadas.
Este hecho es alarmante, sobre todo para aquellas personas que tengan un mínimo de preocupación por su seguridad. Si el teléfono móvil lo perdemos (o peor, nos lo roban), estamos en un serio apuro. Lo más lógico que deberíamos hacer es hablar con nuestro operador y comunicarle el robo. Ellos se encargarán de dar de baja nuestra tarjeta SIM para que no esté operativa, no se puedan hacer llamadas desde el teléfono y evitar sustos a la hora de pagar facturas.
Además habría que indicar al operador el código IMEI del teléfono, de manera que el teléfono quede inutilizado. Sí, gracias al código IMEI (es único para cada teléfono) podemos evitar que se use no ya solo con una tarjeta SIM nueva, sino que no se podrán hacer llamadas en ningún operador. Ese aparato queda inutilizado telefónicamente hablando. Si no conocéis el IMEI, simplemente hay que marcar (como si fuera un teléfono al que queréis llamar) *#06#, y el teléfono os mostrará el código, es un número de 15 o 17 cifras. Conviene que lo conozcáis y tengáis apuntado.
Pero un momento… Estos procesos solo nos aseguran que el teléfono no funciona. ¿Qué pasa con la parte “ordenador” del aparato? Nada. Seguirá funcionando como el primer día. Simplemente le hemos bloqueado una parte de sus funciones, pero no las demás. Seguirá funcionando la conexión Wi-Fi, los archivos seguirán estando, la memoria funcionará… Nada ha cambiado.
Y no ha cambiado nada, efectivamente, se puede acceder a cualquier App. Mal hecho. Cuando nos instalamos una App “social”, damos por hecho que no habrá que escribir nuestro nombre de usuario y contraseña para empezar a trabajar con ellas. Error. Y gordo. Si perdemos el teléfono, estamos regalando a alguien nuestra vida social. “Pues le cambio la contraseña”, se suele pensar. Puede que sea tarde y ya lo haya hecho el nuevo propietario del teléfono, pero puede que nos dé igual.
Tal y como mostró hace tiempo nuestro amigo Dabo, mientras tengas una sesión en Twitter iniciada en un sistema (puede ser el ordenador o el teléfono), da igual que cambies tu contraseña en otro sistema. La sesión que iniciaste seguirá estando activa, a pesar del cambio. Es decir, el usuario del teléfono perdido puede seguir Twitteando en tu nombre aunque no lo quieras.
Para que la pérdida o el robo de un teléfono no suponga un auténtico quebradero de cabeza, deberemos tener un sistema que nos permita bloquearlo a distancia, de manera que el que lo encuentre no pueda hacer nada con el teléfono. Y, además, deberemos poder borrarlo para que la información personal almacenada quede a salvo. Y eso es tan sencillo como instalar ESET NOD32 Mobile Security.